Close Encounters

2020 ha roto con todas nuestras expectativas y ya se ha convertido en el año más enrarecido del joven siglo XXI. Sin poder anticipar lo que nos esperaba, hemos acabado por vivir una de las experiencias más insólitas de nuestro tiempo, cuyo desenlace aún no parece claro.

Mucho hemos reflexionado sobre lo que hemos pasado estos meses y cómo el aislamiento y la orfandad social nos afectaron a todos y cada uno de nosotros. Durante la cuarentena, prometimos que al salir al exterior lo haríamos siendo mejores personas, pero en cuanto se abrieron las compuertas de la vida pública volvimos a nuestro ajetreo de siempre, a las agendas llenas y los ojos en la multipantalla. Y es que, a pesar de tantas incertezas, si algo nos ha dejado en claro la inesperada inmersión en esta especie de distopía “barata” es que aún no estamos preparados para la dictadura del algoritmo y la hiperconectividad extrema. No nos esperábamos tal emergencia y hemos acabado viéndole las orejas a Orwell.

En los últimos años, nos hemos enzarzado en intensos debates sobre nuestro futuro como especie en un planeta cada vez más frágil, como ya exploramos en el programa EMERGÈNCIES del pasado año, pero este “aislamiento” ha actuado como un portal acelerador, aunque quizá no en la dirección que esperábamos. A pesar de haber puesto al mundo en pausa y haber podido comprobar que el cambio climático es una amenaza muy real, la productividad extrema y la economía han vuelto a hacerse con el mando y el virus ha postergado cualquier debate que no implique eliminarlo de nuestras vidas.

También ha virado el debate sobre lo digital y nuestra sobreexposición a las redes sociales, y es que internet pasó de refugio a cárcel cuando lo transformamos forzosamente en nuestra única ventana al mundo. De repente, lo social y lo físico tomaron otro significado y por un momento quisimos romper nuestras cadenas de esclavos de las pantallas.

En el cine, el presente ha sido más incierto que nunca: la exhibición está en peligro mortal, rodar jamás había sido tan complicado y no sabemos cómo serán las películas del mañana ni cuánta fisicidad nos arrebatarán los retos actuales. Close Encounters se yergue así como un faro que guiará al espectador en este cambio de paradigma social donde se nos pide distancia entre nosotros. Así, la sala será un punto de encuentro inigualable donde celebrar lo físico a través de la pantalla; una exploración de nuestros cuerpos y el placer de tocarse en un primerísimo primer plano en el que perdernos durante unas horas en la plasticidad del cine.

Lo físico y lo virtual han cambiado sus significados para siempre, y mientras intentamos pronosticar qué será de nosotros mientras el mañana nos alcanza, Close Encounters también será un espacio de invitación a la exploración y reflexión con aquello hemos sido. Una ventana con la que celebrarnos a través del cine que nos hace sentirnos; un cine que nos devuelva aquello que durante meses estuvo forzosamente pausado.